1836-1889: El Alumbrado de Valencia
Con la iniciativa de algunos ciudadanos, apoyo de jefes políticos y aportes económicos de los vecinos valencianos, finalizando el año de 1836 se plantea un proyecto para iluminar una calle de Valencia, llamándolo “El alumbrado civil de la Calle Real” (calle Colombia) se abre una suscripción y se reciben aportes de vecinos desde altos montos como 10 pesos y menor monto de un peso. Instituciones como el Colegio Nacional y la Iglesia Matriz también contribuyen con 10 pesos y las Rentas Municipales con sesenta pesos.
Sin embargo, como toda
organización y planificación que requiere de dinero la situación no escapó de
ciertas actitudes no tan agradables, específicamente de una persona que se negó
a dar el aporte, aun así cuando era poseedor de dos establecimientos en dicha
calle que se pretendía iluminar. Sin embargo, los promotores del alumbrado los
señores Diego Escorihuela y Ramón Ravelo decidieron expresar el malestar de la
situación como se hacía en aquellos tiempos: a través de la prensa, publicando
lo siguiente:
“El señor Espinosa debía contribuir con cinco pesos, por el doble establecimiento
que tiene en la calle principal, pero se negó. Esto se llama civilización, esto
se llama espíritu público. No hay duda que un ciudadano semejante da muchas
esperanzas. Sin embargo, es preciso hacer justicia al patriótico interés del
señor Espinosa; el hizo con altisonante frases el pomposo ofrecimiento de cien
pesos para cuando se establezca el alumbrado civil en toda esta capital, y los
infrascritos excitan a los que de aquí a cincuenta años logren tamaña empresa,
para que a su tiempo aprovechen el desinterés de este ciudadano” (González Guinan,
pág. 76)
Nada de esto fue motivo de desánimo
y con mucho esfuerzo de habitantes comprometidos con la ciudad se logró
recaudar 361 pesos, se compraron diez botellas de manteca de puerco para el
alumbrado, se construyeron 23 faroles de la mano del artesano José Franquines,
el señor Antonio Araujo cerrajero de esta ciudad se le dio la responsabilidad
de fabricar 23 pescantes que servían de soporte para dichos faroles, el señor
Ibarra procedió a pintar los pescantes y faroles, el señor Calixto Landaeta
alarife de la época se encargó de instalarlos.
Es así como en la noche del 31 de
diciembre de 1836 la Calle Real de Valencia (calle Colombia) estrena y se luce
iluminada con 23 faroles, cada uno de ellos instalados a una distancia de media
cuadra entre ellos, siendo los valencianos testigos de aquella noche tan
particular observaban con entusiasmo aquella calle que irradiaba de luz,
iluminando aquel extenso empedrado que contaba tantas historias.
El aumento de los faroles a
través del tiempo fue un proceso bastante lento, después de utilizar manteca de puerco para encender los faroles se
comenzó a usar aceite de yagua y luego aceite de coco, para 1864 se comenzó a
utilizar kerosene esto gracias al contrato que hizo el alumbrado de la ciudad
con el General Guillermo Austria, quien también estableció una venta de
lámparas y que ya luego todo el mundo lo llamaría Mr. Kerosene. Gracias al
alumbrado por kerosene los faroles aumentaron a 628 ya para el año de 1885.
En agosto de 1889 se promocionaba
un aceite para alumbrar de uso domestico “Luz Diamante” ofreciendo la seguridad
en el hogar ya que si se quebraba la lámpara la llama quedaba extinguida por
ser fabricado el aceite con una destilación especial.
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Valencia, dibujo referencial |
En 1888 dos carabobeños
desempeñando cargos importantes en Venezuela: el General Hermógenes López como
el Ejecutivo Nacional y el Dr. Francisco González Guinan como Ministro de
Relaciones Interiores contratan al norteamericano Miguel T. Dooley para el
alumbrado eléctrico en ciertas zonas del país, logrando que se comenzaran los
trabajos por Valencia, un año va a pasar entre la llegada de los materiales a
la ciudad, instalación de postes y alambres en las calles, contratiempos y
paralización de la obra hasta que finalmente llegue el día 22 de septiembre de
1889 cuando los valencianos sean testigos de cómo su ciudad es alumbrada por
primera vez con luz eléctrica y convirtiéndose en “La primera ciudad de Hispano-América que se iluminaba con esa luz”
(González Guinan, pág. 77).
“La luz era firme, fija y radiante. La claridad era inmensa y se podía
ver en la plaza Bolívar, los más pequeños detalles del Monumento de Carabobo.
De indiscreta fue calificada la luz. Las lámparas eran de adelantado sistema
Tomson-Houston; habiendo quedado la oficina de electricidad establecida en la
calle de Comercio, a cargo del inteligente señor Eglinton” (González Guinan,
pág. 77).
En la oficina no culminada del
señor Eglin
ton se procede a realizar una ceremonia para bautizar a las
máquinas, en compañía de personajes relevantes de la ciudad como el jefe civil
Pedro Feo y su esposa, los señores Osío Málpica y N. Mallon. Una botella de
champaña rociada en el motor de la mano de la señora de Feo marcará el gran
inicio de una maravillosa obra que con el tiempo perdurará, convirtiendo aquel alumbrado
dado por kerosene, aceite de coco, aceite de yagua y manteca de puerco en
vestigios de un pasado y dejando a aquellos primeros faroles que colgaban desde
las ventanas de aquellas casas particulares que decidían iluminar la calle
antes de 1836 como un recuerdo nostálgico que nos permite viajar en el tiempo.
Referencias Bibliográficas
González Guinan, Francisco.
“Tradiciones de mi Pueblo” Ediciones del Ejecutivo del estado Carabobo.
Valencia 1981.
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