La Valencia de José Antonio Páez
Doce mil almas habitaban la ciudad de Valencia cuando el General José Antonio Páez decidió quedarse a vivir en ella, esto fue algún tiempo después de la gloriosa Batalla de Carabobo.
Valencia en el siglo XlX |
Estando en la alcabala si
querías seguir a Puerto Cabello “Debías seguir por los caseríos del Camoruco,
El trigal y Mañongo hasta encontrar el pequeño pueblo de Naguanagua de dónde
partían dos caminos; la vieja ruta de los españoles, subiendo por las montañas
de Bárbula y bajando por el pueblo de San Esteban y de aquí al puerto; y el
otro camino llamado Aguascalientes que pasaba por trincheras y el cambur”. Por
el sur, Valencia llegaba hasta la calle Margarita (calle Silva) a siete cuadras
de la plaza Mayor (plaza Bolívar) arrojando una cantidad de trece cuadras de
norte a sur.
Por el este, Valencia
llegaba hasta el puente Morillo considerado como la entrada a la ciudad,
construido por órdenes del General realista Pablo Morillo e inaugurado en 1820,
este puente estaba hecho por las manos de presos patriotas, de frente
conseguías el Cerro del Morro, bordeando este cerro te encontrabas con el
camino hacia Caracas, también en este cerro se encontraba la famosa cueva de El
Encanto, muy visitada por los Valencianos de antaño y viajeros.
“Por el oeste la ciudad llegaba hasta la calle del Olvido (calle Escalona) inmediata a las faldas del Cerro Guacamaya y Monte Piedad”. Por estos lados se encuentran las cuevas del indio y de la Guacamaya que fue visitada por Humboldt y posteriormente por Jenny de Tallenay, señalando el militar y geógrafo Agustín Codazzi que la existencia de estas cuevas se debe a la descomposición de la cal de la que se compone el cerro.
Con un clima muy fresco y un
cielo muy azul, la ciudad se dividía en dos parroquias; Candelaria y Catedral,
se contaban con varias escuelas, una primaria y el Beaterio de Carmelitas (hoy
en día Capitolio) que se encargaba de la enseñanza a las niñas, habían tres
templos católicos: La Catedral, San Francisco y la Candelaria, un hospital de
Caridad (Casa de la Estrella). Ya se contaba con el cementerio que hizo
construir el General Pablo Morillo en 1818, clausurando así el típico
cementerio antiguo al lado de la Catedral, este nuevo cementerio se ubicaba a
las faldas de un cerro llamado El Puto, al lado de lo que conocemos como El
Calvario.
Quizás el dolor de cabeza
para algunos ciudadanos eran los bachacos y hormigas que se encontraban en
algunas zonas de la ciudad, iban destruyendo todo a su paso, en ciertas
ocasiones sus excavaciones era tan desmesurado que daban la sensación de estar
viendo conductos subterráneos.
Los Valencianos se distraían
en un pequeño teatro edificado por el Coronel Pedro Celis en la esquina de las
calles Libertad y Puerto Cabello.
En la noche del 31 de diciembre de 1836 se inició el encendido con manteca de puerco los primeros veintitrés faroles que se colocaron en la calle Real (calle Colombia) a una distancia de media cuadra cada uno, sin duda; algo muy emocionante para la población.
El General José Antonio Páez, el Héroe de las Queseras del Medio y de la Batalla de Carabobo, el padre de la Republica de Venezuela vivió esta Valencia, uno de sus lugares preferidos, desde su hermosa residencia en donde encontró un ambiente mas cómodo para sus intereses artísticos y culturales, dejándonos en ella todos sus gratos recuerdos de amistad y dejando constancia de aquellas importantes acciones militares.
José Antonio Páez |
Fuente;
Feo Caballero, Oswaldo. “Crónicas
Valencianas” Ediciones de la Gobernación del Estado Carabobo. Valencia 1989.
Marín, Alfonso. “Páez en
Valencia” Ediciones de la Gobernación del Estado Carabobo. Valencia 1990.
Codazzi, Agustín. “Resumen
de la Geografía de Venezuela” Paris, 1841.
Excelente relato, muy interesante. Gracias por compartir toda esta información.
ResponderEliminarExcelente y preciosa historia. Como puede la historia ser fuente de información para trabajar contenido de geografía y motivar a niños y jóvenes. Me encantó el relato en forma general e hizo que mi imaginación volará al pensar lo hermoso que sería el encendido de esos 23 faroles con manteca de puerco... Sencillamente preciosa la historia. Gracias, muchas gracias.
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