El Guzmán Blanco de Ana Teresa
por Rebeca Figueredo
Corría el
año de 1865 cuando Ana Teresa; una Caraqueña de la alta sociedad se enamora perdidamente
de un hombre que le duplicaba la edad, para el momento una figura ya destacada
en el mundo político de Venezuela e internacional, para ella quizás su primer
amor, ligado a una profunda admiración y respeto por aquel abogado, alto,
elegante y buen mozo, para él; indudablemente Ana Teresa era el amor de su
vida; la mujer indicada.
Ana Teresa Ibarra |
Y de cierta
manera lo era, esta hermosa joven educada y con buenos modales venia de una
familia muy acomodada, su madre era Anastasia Urbaneja proveniente de una
destacada familia, hija de Diego Urbaneja activista de la independencia y en un
pasado ministro de Páez, el padre de Ana Teresa era el General Andrés Ibarra;
sobrino del marques del Toro uno de los hombres más adinerados antes de la
independencia, además que el padre de Ana Teresa fue edecán y un gran amigo del
Libertador y quien valientemente arriesgó su vida por Bolívar en la conspiración
Septembrina en Bogotá, resultando herido y luego atendido por Manuela Sáenz.
Andrés Ibarra; uno de los pocos hombres que estuvieron con el Libertador en el triste
lecho de su muerte en Santa Marta.
Acta de matrimonio de Antonio y Ana Teresa |
<< Durante mi ausencia, tienes que ser
doblemente discreta, porque mis enemigos y tus malquerientes, tendrán mucho
placer en humillarme calumniándote >>
Al poco
tiempo de volver encontrará la buena noticia de que Ana Teresa está embarazada
pero por razones nuevamente políticas su esposo se ausenta una vez más, esta
vez lo hará por mucho tiempo, desde Europa sigue estando pendiente de su esposa
y su bebé, nostálgicamente le escribe:
<< Aun las cosas
que más me distraían antes, no me han atraído en este viaje. Desde que llegue
no he salido sino a comprar la cuna y la ropa del que ha de ser nuestra eterna
dicha. He sentido en ello tu placer y el mío a un tiempo >>
Y así transcurre
el tiempo en medio de una distancia que solo despertará en ambos; nostalgias, ansiedades
y celos. Quizás esta última solo por parte de Ana Teresa pues invadida por el
temor a que su esposo pretendiese a otra mujer recuerda un hallazgo ocurrido
antes de que él se marchara a Europa; consiguió pelos y sortijas en su
escritorio, pero Ana teresa se lo mantuvo callado hasta ahora, se lo reclama a
lo que él le responde que no sabe de quien era ese pelo y esas sortijas, ni
siquiera sabía que estaban ahí, pero le recuerda que no se mortifique sin
motivos, porque desde que se casó la única ocupación que ha tenido es ella, que
viva feliz y contenta.
General Antonio Guzmán Blanco |
Él la extrañará y su ansiedad por volver a su hogar con su familia aumentará, escribirá: “Quiero saberlo todo de ella todo cuando se te ocurra, dímelo, ya tal como se te haya ocurrido y en el mismo momento de ocurrírsete. Por lo demás, yo sé muy bien que tú te conducirás siempre de un modo irreprochable. Eres la única mujer que me ha inspirado esa confianza. Por eso me case contigo y por eso vivimos felices”.
Ana teresa tendrá a su esposo de vuelta pero al tiempo por motivos de seguridad nuevamente se exilia en el exterior, dejándola sola y esta vez con un segundo embarazo, para ella una situación fatal porque esta vez se mezcla la preocupación por la vida de su esposo, por seguridad ella se muda con su madre y comienza de nuevo la incomodidad de estar separados, los pensamientos de infidelidad llegan como un huracán y reclamará algo que también vio en el pasado:
“Desde que lo supe,
estoy pensando que hacer con el pelo que le mandó esa insolente bruja. Primero
se me ocurrió quemarlo, pero esto me pareció muy poco, no encontrando otra cosa
que me satisfaga mas, lo daré a la primera vieja que venga a la puerta para que
lo venda o lo bote al basurero. Debe mandarme esos dos retratos que tiene usted
en su nécessaire; porque yo aunque no me reunía con U. hasta de aquí a mucho
tiempo, lo primero que haré es buscarlos y hacer de ellos lo que se me ocurra.
Uno de ellos es de la mujer más criminal, porque a la vagabundería, unía la más
grande hipocresía. El otro debe ser el de la atrevida zorra, que si es tan fea
como allí parece, lejos de guardarlo, debería repugnarle el recuerdo de haber
pensado en semejante bicho. Los vi, por un descuido suyo. Una vez que usted
estaba limpiando los instrumentos que guarda allí, los saco y los dejo sobre la mesa de su cuarto hasta el día
siguiente. Allí los vi yo, y cuando fui a buscarlos, ya U. los había guardado.
Están en un sobre blanco. No se lo dije en el momento porque siempre rechazo
toda idea de disgusto sobre nosotros y además, U. se iba al día siguiente para Europa.
Pero ya no puedo callar por más tiempo. Cada día se aumenta mi disgusto. Por
qué motivo después de haberse casado conmigo conserva U. retratos, ni pelos, ni
sortijas ni ninguna otra especie de recuerdos sobre esas vagabundas. ¡No!.
¡No!. U. no tiene ese derecho, ni yo se lo concedo. Es por eso que U. tiene
tanta facilidad para ausentarse de mi. Vaya pues, ya no hablo más de esto. Me
duele la cabeza”.
En medio de
sus obligaciones como político, militar y sus preocupaciones por la revolución,
Guzmán Blanco no desestima a su esposa y le comunica que le enviará tal sobre
que menciona y también aprovecha para recordarle que deje de pensar en cosas del
pasado. Ana Teresa no se queda tranquila y le reclama una vez más hasta recibir
de su esposo un retrato de mujer con una nota “yo no encuentro mas retrato que
el que va adjunto” sin embargo este retrato nunca visto por Ana Teresa
aumentará la mortificación y celos, le reclamará de nuevo hasta calmarse con
los días sabiendo que su esposo está próximo a llegar.
Volverá a
casa y luego se convertirá en presidente, con el pasar de los años se mudan a
Francia y al tiempo por motivos políticos él sólo regresará a Venezuela; otra
separación en donde los celos volverán, Guzmán Blanco con la paciencia del
mismo tamaño del amor que sentía siempre lo manifestará con las precisas
palabras para ella;
“No tengo la impresión de estar en casa, porque mi hogar eres tú, única y felicidad de mi existencia” le hará saber en una oportunidad mientras espera el tiempo necesario para buscarla a ella y a sus hijos a Europa y traerlos de regreso a Venezuela.
También le escribirá: “Abandona esa desconfianza tan funesta. Te estimo pero te amo todavía mas, te amo con inmensa pasión. Mi única vida es quererte y mi sola aspiración hacerte felíz. Tú no tienes ni idea de lo que gozo contigo. ¿Cómo se te ocurre que pueda nadie darme tu inefable placer? No, por Dios, no te empeñes en hacerte sufrir sin motivos”
Unas
palabras de Ana Teresa convertidas en decisión resumirá el futuro de la pareja “Es
la última vez que le digo que si U. intenta separarse de mi bien sea voluntaria o involuntariamente, para ir al
cielo o al infierno, o donde quiera que vaya, yo estoy resuelta a seguirlo”
Y así se convertirá en su eterna compañera, el amor que los unía quedó plasmado durante los 32 años que perduró el matrimonio como un vínculo inquebrantable que solamente se rompería con el fallecimiento de Antonio Guzmán Blanco en 1899. Ana Teresa sobrevivirá la pérdida dolorosa de su esposo por unos catorce años más y convivirá con el más fiel recuerdo de aquel amor leal y paciente que le brindó hasta la muerte su Ilustre Americano.
Guzmán Blanco en su lecho de muerte |
Fuente:
Quintero, Inés. “La Palabra Ignorada” Editorial: Fundación Empresas Polar. Caracas 2007.
Imágenes documentales:
- Acta de matrimonio de Antonio Guzmán Blanco y Ana Teresa Ibarra, Family Search.
- Retrato de Ana Teresa Ibarra, Quintero, Inés. “La Palabra Ignorada”
- Boceto para retrato del general Antonio Guzmán Blanco por Martin Tovar y Tovar siglo XlX Colección perteneciente a la fundación John Boulton
- Antonio Guzmán Blanco en su lecho de muerte, créditos a su autor.
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