Musa extranjera en Valencia
Por: Rebeca Figueredo
El periódico
“La Opinión Nacional” de Caracas en su edición del 26 de agosto de 1878
comunicaba a sus lectores la llegada a La Guaira del señor Henry de Tallenay,
un diplomático francés, que vendría como cónsul de Francia en Venezuela, acompañado
por su familia; Jenny era su hija quien viviría en Venezuela durante unos tres
años, permaneciendo en Caracas la mayoría del tiempo, sin embargo tuvo la
curiosidad por conocer más del territorio y su condición diplomática le
permitiría recorrer algunas zonas del interior del país de una manera más
cómoda y accesible.
Durante sus viajes fue documentando detalladamente lo que iba observando, como resultado; su libro “Recuerdos de Venezuela” nos deja algunos cuadros inolvidables de paisajes y anécdotas, describiendo de una manera natural y amena.
Camino a Valencia
Dejando atrás
el pueblo de Naguanagua, Jenny junto a su esposo y el cochero; un indio al cual
le pagaban por día 40 francos, por ser su guía y conducir una gran calesa con
tres caballos llamados “Flor de Mayo”, “Estrella”, y “Rayo de Luz” tomarían la
carretera que los llevaría a Valencia la que Jenny en su libro describe como
“La carretera que seguíamos se poblaba siempre más y más; aquí caravanas de
carretas; allí, largas hileras de burros” era notable que se refería al tráfico
de la época.
Cuando su
cochero le avisa que están entrando a Valencia, Jenny detalla lo siguiente: “El
paisaje que teníamos delante de la mirada merecía nuestra atención. La capital
de Carabobo está situada en un valle magnifico de más de tres millas de ancho,
limitado al Este por las cadenas de Hilaria y San Diego, y al Oeste por la de
Guataparo. Un rio poco profundo, de aguas claras y límpidas, recorre el valle
en toda su extensión, y va a echarse en el lago Tacarigua, a ocho millas de la
ciudad”
Continúa: “cruzamos dos o tres calles limpias,
bien empedradas, bordeadas de tiendas, e Inginio detuvo sus caballos ante una gran
casa con cuatro ventanas y puerta cochera. Era un verdadero hotel bien
amueblado, bien atendido, fundado antaño por un francés y dirigido por su hijo”.
Paseando en Valencia
Como
toda turista queriendo conocer la ciudad, se aventura a dar un paseo, llegando
a lo que ella describe como un “parque hermoso y espacioso adornado con
vigorosas plantas tropicales” refiriéndose a la actual Plaza Bolívar de
Valencia, en donde apreciaría la catedral de dos torres sin encontrar
interesante su arquitectura, sin salir de la zona también le mostraron la casa
que habitó el General Uslar; uno de los más valientes y compañeros de Simón
Bolívar. Escribiría Jenny sobre el general Uslar “salido de una antigua familia
alemana, este viejo soldado había luchado a las órdenes de Wellington en
Waterloo. Terminada la guerra vino a Venezuela y puso su espada al servicio de
los patriotas. Hecho prisionero por el general español Morillo, éste le empleó
con otros cautivos en la construcción de un puente sobre el río Valencia”.
La
musa extranjera con su esposo, recién llegaban de un largo viaje, razón por la
que no quiso dar un paseo tan extenso, estaba agotada por el traqueteo del
carro y tenía días durmiendo mal. Comenta: “nos limitamos, pues aquel día, a
recorrer los alrededores del parque Bolívar y la plaza de la Candelaria, donde
se ha erigido recientemente una estatua al Mariscal Falcón, de factura bastante
mediocre”.
Su
paso por la ciudad duraría unos días y pasearía por algunos lugares, describiendo
siempre tan detalladamente; la hermosa plaza Guzmán Blanco asistiendo a un concierto ofrecido por una banda militar, el terrorífico
escenario que consiguió dentro del cementerio de Valencia, la aventura por subir con vestido la dificultosa cueva del Guacamayo (actualmente cueva de la Guacamaya) y su impresión con esta cueva de 40 metros de altura, hasta su nostálgico paso por el puente Uslar
(actual puente Morillo) al partir de la ciudad de Valencia; quien la recibió con
amabilidad y cortesía que la caracterizó desde siempre.
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