por: Rebeca Figueredo
 |
“Recuerdos de Venezuela” edición 1954
|
Tenía
varios días de haber llegado a Valencia, Jenny de Tallenay, hija del Cónsul de
Francia en Venezuela, quien emprendió un viaje al interior del país junto a su
esposo desde diciembre de 1880, se había animado a visitar varios lugares de la
ciudad de los cuales quedó fascinada, sin embargo en su libro “Recuerdos de
Venezuela” menciona de manera singular algo que observó durante su visita al
cementerio de Valencia que lo ubica “en
un terreno elevado a poca distancia de la ciudad” y “a la entrada del cementerio, a la derecha, se presenta una colina
árida y rocallosa llamada el Calvario”.
Una vez dentro del
cementerio describe lo siguiente: “se
notan en él algunas tumbas bien cuidadas y cercados llenos de flores. Una torre
bastante espaciosa a lo alto de la cual llevaba una escalera de caracol, llamó
nuestra atención. Subimos en ella y ¡cuál no fue nuestro horror, cuando
llegamos a una estrecha plataforma, al constatar que todo el interior de este
edificio circular estaba tan lleno de osamentas confundidas de tal modo que lo
colmaban casi enteramente! Cráneos desnudos surgían aquí y allá en este lúgubre
amontonamiento de desechos humanos”.
Al parecer lo que vio
es un escenario macabro, en donde puede notar aun aspectos de lo que fueron
personas, la joven detalla: “algunas
cabezas medio descompuestas llevaban aun huellas de barba y de cejas. Una de
ellas, probablemente la de una desgraciada emigrante irlandesa, estaba velada
bajo una espesa cabellera roja derramada sobre otros despojos”.
Después de tal
impresión desea por higiene pública que tal práctica se deje de realizar porque
al parecer era una “costumbre en Valencia
de desenterrar los cuerpos después de un año de sepultura, a menos que haya una
concesión especial comprada con dinero, y de echarlos en este osario común donde
quedan expuestos al sol ardiente y a los aguaceros”.
Quizás
la joven musa no exageraba con sus notas al respecto, ya que en 1885 Valencia
fue visitada por un geógrafo alemán, Wilhelm Sievers quien dejó registrado en su libro “Venezuela” un
testimonio algo similar a lo que vio Jenny de Tallenay años atrás.
Comenta el geógrafo: “Parece que en Valencia se trata mejor a los animales que a las personas, al menos a las personas que han fallecido. Porque en los patios de la iglesia, que se encuentran en la salida occidental de la ciudad, hay una instalación muy peculiar y completamente antiestética. Las tumbas solo se alquilan por dos años; quien no pague, más tarde será declarado perdido de la tumba. Los huesos de los muertos enterrados allí se retiran y se arrojan a un enorme contenedor que se encuentra en medio del cementerio principal. En ninguna parte de Venezuela me he encontrado con una costumbre más fea”.
Sin duda alguna estos relatos que quedaron
para la historia nos sirven como una ventana al pasado; dejándonos con dudas
acerca de lo que realmente pasaba en el camposanto y conectándonos con los Valencianos y sus costumbres del
siglo XlX.
 |
"Venezuela" año 1888 |
"Recuerdos de Venezuela", Jenny de Tallenay
"Venezuela", Wilhelm
Sievers
Excelente¡
ResponderEliminar